Ya pasó casi un mes desde que me recibí. Tres semanas, para ser exactos. Ahora estoy buscando trabajo. En un momento de gran inspiración y motivación me ocupé de encontrar antiguos contactos para hacerles saber que soy capaz en muchos aspectos. Si bien me recibí de técnica superior en la corrección de textos (también soy auxiliar bilingüe español-inglés y técnica en comunicación multimedial), la verdad es que actualmente me encuentro buscando trabajo de cualquier cosa que esté, aunque sea en lo más mínimo, relacionada con la industria editorial. Lamentablemente no encontré, hasta ahora, a alguien que esté dispuesto a pagar por mis conocimientos, mis habilidades y mi experiencia.
Si bien empecé esta aventura de encontrar trabajo recientemente, el panorama no pinta muy bien, y aunque intento meterle garra, no puedo evitar sentirme desanimada al ver que las puertas que intento abrir se van cerrando una a una. ¿Cómo te sentirías si hubieras pasado los últimos años de tu vida estudiando y preparándote para tener un trabajo importante y al recibirte te dieras cuenta de que en la vida real no hay lugar para vos? En mi caso, a veces considero que los días que pasé sin dormir para poder estudiar y aprobar las materias de mis carreras fueron en vano. Pero ese sentimiento no dura mucho. Por suerte tengo muchas personas valiosísimas en mi vida que me recuerdan una y otra vez que la aventura recién empieza. Es menester recordar que no son muchos los que consiguen trabajo apenas se reciben. Lo importante es seguir adelante y no bajar los brazos.
Actualmente estoy intentando hacer que el hecho de no encontrar un empleo en el rubro no me afecte. Para ello, me obligo a recordar lo orgullosa que me siento de haber llegado al lugar donde estoy. No cualquiera consigue terminar sus estudios, y yo tengo no solo uno, sino tres títulos. También me sirve recordar las cosas para las que soy buena. Yo, en particular, siento satisfacción cada vez que leo. Lo cierto es que cuando aprendo algo nuevo, mi alma se siente en paz. Lo mismo me pasa cuando escribo una entrada para el blog, un poema o una canción. En esos momentos mi alma se eleva y la inspiración me invade: me siento indestructible.
El problema aparece, nuevamente, cuando me doy cuenta de que en el país en el que vivo no se le da casi nada de importancia a la cultura. ¿De qué sirve que yo ame escribir y lo haga bien si nadie va a pagarme por ello? ¿De qué sirve que haya tenido una buena educación si, al parecer, no hay ningún trabajo para el cual mi esfuerzo valga la pena? La inspiración se borra de un plumazo cuando me doy cuenta de que la realidad en la que vivo no es el cuento de hadas que me pintaron desde chiquita. Pero soy fuerte, lo sé, y no planeo darme por vencida. Voy a seguir estudiando por mi cuenta para ser cada vez mejor en esas cosas que disfruto tanto hacer. Voy a seguir pisando fuerte y apostando a mis proyectos. Voy a seguir tirando para arriba por mucho que me cueste.
El problema aparece, nuevamente, cuando me doy cuenta de que en el país en el que vivo no se le da casi nada de importancia a la cultura. ¿De qué sirve que yo ame escribir y lo haga bien si nadie va a pagarme por ello? ¿De qué sirve que haya tenido una buena educación si, al parecer, no hay ningún trabajo para el cual mi esfuerzo valga la pena? La inspiración se borra de un plumazo cuando me doy cuenta de que la realidad en la que vivo no es el cuento de hadas que me pintaron desde chiquita. Pero soy fuerte, lo sé, y no planeo darme por vencida. Voy a seguir estudiando por mi cuenta para ser cada vez mejor en esas cosas que disfruto tanto hacer. Voy a seguir pisando fuerte y apostando a mis proyectos. Voy a seguir tirando para arriba por mucho que me cueste.
Invito a todas las personas que estén leyendo esta entrada a que sigan adelante con sus proyectos por más que les cierren las puertas en la cara una y otra vez. Nosotros podemos. No vamos a darnos por vencidos. Nuestra educación valió la pena, y lo vamos a demostrar cueste lo que cueste.
Photo by Matthew Sleeper on Unsplash
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